Ya en estos años empieza a sentirse atraída por el mundo del espectáculo. Una vez finalizada la I Guerra Mundial, actúa en cabarés y clubes nocturnos donde conoce el ambiente más liberal de la noche berlinesa. En 1921 entra a estudiar en la prestigiosa escuela de teatro de Max Reinhardt, donde participa en varias representaciones, aunque nunca en papeles de más de dos líneas.
Mientras su carrera como actriz va despegando poco a poco, su vida sentimental avanza a grandes pasos. Ya en sus años de artista de music hall se ha hecho un nombre como coleccionista de amantes de ambos sexos (parece ser que era un experta en la práctica del cunnilinguis), pero en mayo de 1924, contando sólo 22 años de edad, decide casarse con el productor Rudolf Sieber. Es un matrimonio bien avenido que da al mundo una hija, Maria (nacida en diciembre del mismo año), pero que se rompe a los pocos años. Marlene y Rudolf no llegarán a divorciarse nunca y seguirán manteniendo una cordial relación hasta la muerte de él en 1976. Antes, sin embargo, él le hace el gran favor de su vida presentándola a un conocido director austriaco, Josef von Sternberg.
Mientras estrenan película tras película, la relación entre ambos se va deteriorando. La crisis la causan los celos de Sternberg y la rebeldía de Marlene, que nunca ha aceptado ser mujer de un solo hombre. Desinhibida y sexualmente liberal, no se corta a la hora de hacer proposiciones a todo aquel (hombre o mujer) que le parece suficientemente atractivo; nombres como Gary Cooper, Joseph Kennedy, el escritor Erich Maria Remaque, John Wayne, Maurice Chevalier, Claudette Colbert y la autora Mercedes d’Acosta(supuesta ex amante de la Garbo) figuran en su larga lista de amantes. Finalmente la relación se rompe en 1935. La ruptura es un desastre para Sternberg, quien ve como con el fracaso en taquilla de sus últimos filmes (hoy considerados de una gran belleza visual, pero incomprendidos por la crítica del momento) se le cierran las puertas en Hollywood. Seguirá dirigiendo películas de encargo, pero ninguna de ellas, salvo algún título aislado como El embrujo de Shanghai, llegará a la altura de sus filmes con Marlene.

Tras la guerra vuelve a retomar su carrera aunque cada vez con menos fuerza; no por nada cuenta ya con más de 45 años, edad que las carreras de muchas actrices no logran superar.
Cada vez más alejada del mundo del cine, los años cincuenta suponen para ella un retorno a los escenarios como cantante. Debuta en Las Vegas en 1953 y el éxito obtenido en los Estados Unidos le permite viajar a Londres al año siguiente. Además de actuaciones en directo, graba un gran número de discos con canciones en alemán y en inglés, entre las que destaca por encima de todas Lili Marleen.

Los doce últimos años los vive enclaustrada en su piso de la capital francesa, a causa de los problemas de salud que no le permiten levantarse de la cama. Dedica su tiempo a beber whisky, a escribir cartas a sus amigos, a hablar por teléfono y a redactar sus memorias, que publica en 1979 con el título de Mi vida. En 1984 se estrena Marlene, un documental sobre su vida dirigido por el actor austriaco Maximilian Schell, al que cede su propia voz (no quiere aparecer en persona para que nadie pueda apreciar la decadencia de su rostro). Como todos aquellos que se agarran con fuerza a la vida, ella rinde la suya tarde: la muerte la sorprende a la venerable edad de 90 años en su piso parisino el 6 de mayo de 1992. Diez días más tarde sus restos son sepultados en Berlín, junto a los de su madre. Pasados unos pocos meses, su hija publica una extensa biografía donde destapa la escandalosa vida de su madre con una indiscreción y irreverencia comparables a las de Queridísima mamá de Christina Crawford. Cría cuervos...
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