Eglantyne Jebb
EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL, LA BRITÁNICA EGLANTYNE JEBB RESCATÓ DEL HAMBRE A NIÑOS DE AMBOS BANDOS. CREÓ SAVE THE CHILDREN Y DESARROLLÓ LA PRIMERA DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS DEL NIÑO.
Nace el 25 de agosto de 1876, en una gran casa de campo
cerca de Ellesmere, condado de Shropshire; una antigua
mansión llena de recuerdos y de libros de historia, donde
siempre hay actividad. El padre, formado como hombre de
leyes, se interesa por los asuntos locales de carácter público.
La madre emprende un movimiento para enseñar ciencias del
hogar y manualidades a la gente del pueblo y hace posible
que muchos niños puedan superar la perspectiva de sus
horizontes limitados. Todos los hijos participan en estas y
otras actividades filantrópicas.
Ella es consciente de que goza de una
infancia afortunada. Su educación es esmerada y libre;
dominará el francés y el alemán gracias a las institutrices que
tuvo cuando era pequeña.
En 1895, entró en la universidad de Oxford para estudiar Historia, y finalizados sus estudios en 1898, ingresó en la Escuela Superior de Profesores para abrirse paso en el mundo de la enseñanza.
Completado su aprendizaje, ocupa un puesto de maestra
ayudante en la escuela parroquial de San Pedro, en el pueblo
de Marlborough. En su trabajo en la escuela busca informarse del entorno
de sus alumnos mediante redacciones estimulantes que les
pedía. Pero la oprimía el sentimiento de no poder mejorar el
destino de los niños y niñas que tenía ante sí. Era consciente
de que los niños de otros países estaban en una situación
peor que la de los niños ingleses más pobres. ¿Qué podía
hacer? La enseñanza no es la respuesta. Le parece una
batalla perdida anticipadamente.
Un año después deja la escuela y se instala en Cambridge.
Fue miembro del Comité de Educación en la Charity
Organization Society donde se interesó por la situación de
las escuelas. Actúa como asistenta social en el campo de la
infancia y realiza una encuesta cuyos resultados publica bajo
el título de Cambridge: A Brief Study in Social Questions. En
esta obra, indica males que debían ser solucionados y señala
la necesidad, que más tarde fue reconocida, de alargar la
escolarización obligatoria como mínimo hasta los catorce
años.
La oportunidad de una misión humanitaria en el terreno
aparece con ocasión de la guerra de los Balcanes, que se había
iniciado en 1912. Allí la encontramos en 1913. Sorprende
ver, en aquel ambiente, a una joven inglesa de treinta años
cumplidos, pelo rubio, ojos azules de celta, valerosa y con
sentido del humor, que habla francés y alemán, graduada en
Historia y que escribe poemas. Hay multitud de refugiados
desfallecidos y sin esperanza; niños separados de sus padres
que forman largas colas para obtener la sopa de la cantina
móvil de la cual ella forma parte; niñas y niños que han
sufrido tanto que ya no saben ni sonreír, ni jugar, ni hacer
amigos. Jamás olvidará esta experiencia.
Eglantyne Jebb siempre había odiado los efectos del sistema
clasista: “El respeto debido a las personas, decía, no tendría
que depender del trabajo que ejerzan. En un sentido social,
tan sólo hay una clase, la gran clase de la humanidad”.
Acabada la guerra de los Balcanes, Eglantyne Jebb regresa a
Londres preocupada por la necesidad de salvar a los niños de
la enfermedad y la inanición.
En agosto de 1914 estalla la Primera Guerra Mundial.
“Los periódicos -escribe a su hermana menor- van llenos
de titulares sobre las batallas; pero, ¿cuántos, en Inglaterra,
saben qué está pasando con los niños?”. Eglantyne Jebb, junto
con su hermana y un grupo de amigos, recogen todas las
noticias que les caen entre las manos, aparecidas en la prensa,
procedentes de relatos de amigos comunes o leídas en los
informes de la Cruz Roja Internacional. Los publican en el de «Cambridge Magazine», una revista creada por su hermana Dorothy. Quedó tan impactada por las imágenes que llegaban a través de la prensa italiana y alemana que, al final de la contienda, en la primavera de 1919, creó un fondo que llamó Save The Children, con el objetivo de cubrir el vacío de otras organizaciones, que destinaban su ayuda sólo a los adultos. «Cada generación de niños ofrece a la humanidad la posibilidad de reconstruir el mundo. Son la mayor esperanza para una paz duradera. Por eso deben ser los primeros en recibir ayuda en momentos de angustia», escribió.
Detenida y juzgada por alterar el orden público
Ese mismo año, mientras se manifestaba en la Trafalgar Square de Londres, mostrando fotografías de niños austriacos y alemanes desnutridos y aterrorizados, fue detenida por alterar el orden público. Asumió ella misma su defensa ante el tribunal y, entre otros argumentos, justificó el uso de aquellas durísimas imágenes diciendo que «el único lenguaje internacional que todo el mundo entiende es el llanto de un niño». Fue condenada a pagar 5 libras, pero el fiscal del caso, que reconoció que era la ganadora moral del mismo, se hizo cargo de la multa y le devolvió las 5 libras. Fue la primera donación que recibió Save the Children. En agosto de 1921, la oenegé había recaudado el equivalente a 24 millones de euros actuales, una cifra que ayudó a mejorar la situación de la infancia en Centroeuropa. Pero mientras en el Viejo Continente las cosas iban arreglándose, en Rusia se produjo una terrible hambruna. A pesar de la oposición de algunos sectores, que no entendían la preocupación por la salud de los hijos de los enemigos, Eglantyne lanzó campañas en la prensa para concienciar a la gente que había que ayudar a las futuras generaciones, fuera cual fuera su país o religión. Gracias a su trabajo consiguió que se distribuyeran 600 toneladas de alimentos y ayuda médica en Rusia.
“El único idioma internacional es el llanto de los niños”.
Ampliar su acción a niños de Asia y África
Consciente de que el mundo no era sólo Europa, se marcó otro objetivo: extender la labor de su oenegé a países alejados de la órbita europea. «Como hay más niños sufriendo en Asia y en África que en Europa, deberíamos demostrar la sinceridad de nuestra pretensión de universalidad, trabajando en esos continentes en cuanto logremos recaudar fondos suficientes», dijo en 1927, pensando en organizar una conferencia internacional para ello. La muerte se lo impidió. El 17 de diciembre de 1928, falleció a causa de una apoplejía. Desaparecida ella, su espíritu se mantiene inalterable en el trabajo de Save the Children, que acaba de cumplir sus 100 años de existencia, y en muchas de sus frases, como «para triunfar en la vida tienes que ofrecer vida». Y eso es, exactamente, lo que hacía ella.
0 comentarios:
Publicar un comentario